«El perfume es la forma más intensa del recuerdo» – Jean Paul Guerlain
Las últimas navidades «normales» que pasé en familia me regalaron un perfume que he sido incapaz de estrenar.
Y no porque no me guste, que me encanta. Si no porque en cuanto lo olí me puse triste, hasta el punto de llorar. En ese momento disimulé, di las gracias y me lo llevé a casa.
Y ahí lo tengo, un año y medio después. No quiero deshacerme de él, pero tampoco puedo ponérmelo.
Y es que es el perfume que utilizaba una persona muy querida por mí, que ahora ya no está.
Tener ese perfume se ha convertido en una forma de tener cerca a esa persona, y cuando pienso en ella y me gustaría contarle algo, cojo el perfume, lo abro, lo huelo y lo vuelvo a dejar.
Puede ser una locura, pero tiene una explicación científica: existe una conexión directa entre las regiones cerebrales implicadas en las emociones y en la recepción de aromas.
Además, tenemos lo que llamamos memoria olfativa, por medio de la cual asociamos un determinado aroma con un momento concreto de nuestra vida, tanto positivo como negativo. Esto es así porque el olfato es también un mecanismo de defensa para evitar que situaciones perjudiciales se vuelvan a repetir.
Por lo tanto, aunque el sentido del olfato sea quizá el que menos valoramos de los cinco, es el que más recuerdos puede evocarnos y el que más perdura en nuestra memoria.
Es el sentido de lo extrasensorial, pues un aroma puede provocarnos infinitos sentimientos y hacernos revivir recuerdos del pasado tanto buenos como malos, tal y como hemos visto.
Fascinante ¿no te parece?.
Vamos a seguir descubriendo más secretos del perfume.
¿Qué es un perfume?
Podemos definir el perfume como una mezcla exclusiva y compleja de materiales olfativos con una identidad propia, casi imposible de describir si no se compara con algún objeto conocido.
«Una fragancia es única por su composición, sus ingredientes, la proporción entre ellos y, por supuesto, la calidad de los mismos» – Jean-Luc Gardarin, experto en perfumes de Le Secret du Marais
De ahí que al ser algo exclusivo e inimitable tengan precios elevados, sin hablar del cuidado packaging que envuelve al perfume y del marketing, por supuesto.
Aunque hoy en día el consumidor ha evolucionado mucho, el perfume sigue siendo uno de los productos en el que escatimamos poco: si nos gusta un perfume y nos identificamos con él, pagamos su precio.
¿Por qué?
Porque es una de las compras más emocionales que existen.
Vemos el perfume como la esencia de nuestra personalidad, y no estamos dispuestos a que nuestra propia personalidad sea barata.
«El olor que desprende el perfume puede hacer más atractiva a una persona, y más aún si esa estela le identifica» – Cita de la revista Plos One
¿Nunca has entrado a una habitación o subido por una escalera y has detectado que una persona concreta ha pasado por ahí o está en la sala por su perfume?
Esa estela que queda en el ambiente tras pasar una persona con un perfume se llama sillage.
El sillage es la capacidad de un perfume de dejarse sentir. Por lo tanto va más allá de lo físico y alcanza el nivel emocional, de ahí que sea uno de los aspectos más valorados en perfumería.
¿Quieres serían los primeros humanos en apreciar los buenos olores?
El origen del perfume
Los primeros indicios de que el hombre ya empleaba los aromas olorosos o perfumes datan del sexto milenio a.C., en Oriente Medio, hace 8.000 años.
Los egipcios por ejemplo conocían el aroma de algunas plantas y resinas y las utilizaban quemadas para perfumar el ambiente, primero en sus ceremonias religiosas y más tarde en también en sus veladas románticas.
La propia etimología de la palabra perfume proviene del latín: “per” y “fumare”, cuyo significado es “producir humo”.
Un rápido recorrido por la historia del perfume
Se les atribuye a los fenicios el ser los primeros comerciantes de perfumes, ya que transportaban flores y plantas aromáticas de Oriente a Occidente hace casi 4.000 años.
Los griegos dominaron el arte de extraer lociones de las plantas medicinales con el objetivo de curar enfermedades aspirando (como la bronquitis) pero también ungiendo bálsamos y aceites en distintas partes del cuerpo como manos, brazos o pies.
Los romanos adoptaron creencias y costumbres griegas y de otros los lugares que conquistaron y fueron grandes amantes de los perfumes. Y fue en la Antigua Roma donde se constituyó el primer gremio de perfumistas, los influyentes ungüentarii.
En la civilización árabe se experimentó con nuevas esencias gracias a la alquimia, por la que destilaban muchísimas veces una planta hasta conseguir que sus cualidades pasaran a encontrarse en otro estado.
En la Edad Media, la historia del perfume se paraliza en Europa, en parte porque la religión cristiana marcaba practicar la austeridad y los perfumes fueron vistos como elementos superficiales y sensuales que había que eliminar.
Pero aquello no duró mucho, y junto a las cruzadas y los intercambios comerciales con oriente, las fragancias volvieron para quedarse de forma definitiva.
El perfume que conocemos actualmente para nuestro uso corporal, surgió durante la época del Renacimiento en Francia, donde con el ansia por retomar todas las costumbres greco-romanas, se empieza a desarrollar el gusto por el perfume para las ropas y para el propio cuerpo.
Ciudades como París, Florencia o Venecia también destacaron como capitales del perfume.
Y ya en el siglo XX la industria del perfume une su camino a la de la moda cuando grandes diseñadores crean sus perfumes más célebres con Gabrielle Chanel a la cabeza.
¿Qué hace que un perfume sea mítico?
Para Isabel Guerrero, la primera perfumista y artista en exponer un perfume en un museo de arte moderno, es que el perfume haya sido creado con la intención de transmitir y de contar algo.
Un relato cuenta una historia, una buena fotografía también.
Exactamente igual, es un perfume mítico: con una presentación, notas medias que hacen de nudo y su desenlace o notas de fondo.
El perfumista por lo tanto, es un artista que se vale de la química para conseguir su obra de arte.
Hay un libro precioso «Parfums mythiques» en el que su autora, Marie Bénédicte Gauthier narra la historia de 65 perfumes míticos que todavía se comercializan en la actualidad.
En él, nos desvela los detalles de sus fórmulas y nos da sugerencias útiles para escoger la esencia que mejor va nuestra propia personalidad.
Arpège, L’Air du temps, Eau sauvage, L’Heure Bleue, Coco… son analizados por Marie de forma espléndida, lo que convierte este libro en objeto de deseo para los amantes de los perfumes míticos.
En la imagen, fotografía del libro con dos de nuestras piezas perfumables de cerámica porosa decorada con grabado.
Siempre personalizables en cuanto a forma y grabado, pero en esta ocasión, solo de color blanco.